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Por: Laura Camacho

¿De quién son tus pensamientos?


Es rara la idea de que nuestros pensamientos no sean nuestros. O la idea de que algo o alguien “nos piensa”. La mayoría de nosotros pensamos que nuestros pensamientos nacen de nosotros y por eso son nuestros.

Empecé a reflexionar sobre ello hace unos quince años cuando llegó a mis manos un libro de Metafísica (titulado "4 en 1"). En él pude encontrar sencillas explicaciones de cosas esenciales a las que me hubiera gustado acceder cuando era niña, independientemente de si había la posibilidad de comprobarlas o no.

Precisamente una de esas explicaciones era acerca de los pensamientos y decía que éstos están vivos y son entidades con conciencia propia y que a algunos les damos vida nosotros y a otros no. En ese sentido, son como nuestros “hijos” y así como pueden quedarse a vivir siempre con nosotros, también pueden un día “irse de casa” para siempre o solo alojarse temporalmente en otras personas y luego volver a casa.

Pero, ¿cómo podía comprobar que esto es verdad?

Comencé por auto observarme. Observaba mis reacciones emocionales o mentales en todas las situaciones y me daba cuenta de que muchas veces había varias voces “hablando” en forma de pensamientos al mismo tiempo. Comencé a meditar de manera dinámica, es decir, yo seguía haciendo mis cosas, pero intentaba convertir los momentos de actividad cotidiana, como lavar los platos, en momentos de total presencia y auto observación.

Miraba mis pensamientos como quien mira pasar coches en una calle de mucho tráfico, contabilizando cuántos coches o pensamientos negros pasaban (pensamientos de crítica, pesimismo, tristeza), cuántos blancos (pensamientos generosos, de admiración, esperanza, alegría), o rojos (de irá, resentimiento, rencor, enfado), o ese "camión" o situación que dejaba un oscuro humo de emociones contaminantes en el despejado cielo azul de mi tranquilidad interior. Al principio me tenía que recordar a mí misma el hacer esto para monitorear que está pasando en mi, pero con el tiempo y entre uno más lo practica, más rápido se va anclando y se va convirtiendo en un hábito que se vuelve de lo más “normal” y automático.

Un tipo de pensamiento identificado era el “ajeno”

Ese que sonaba dentro de mi con voces familiares: la voz de mi madre, de mi abuela, de una amiga, de algún profesor o autor de libro. Así me di cuenta de que muchas ideas o pensamientos que parecen muy nuestros, no lo son. Sólo se disfrazan de “propios” y luego nos creemos que son nuestros y que somos nosotros los que los pensamos y creemos. La cultura, la sociedad y la familia nos inyectan, nos instalan pensamientos sin que nos demos cuenta. Por eso la televisión y todos los medios de comunicación son tan poderosos. Por eso en países como México o Italia, la televisión y el gobierno son una misma entidad. Por eso la retórica publicitaria es tan importante para las empresas. Y tan cara.

Pero, para mi sorpresa, había todavía otro tipo de pensamientos que no había descubierto. Eran los pensamientos o programas heredados. Hoy en día hay cada vez más terapeutas y psicólogos que se dedican al estudio genealógico o “transgeneracional” y están comprobado que nuestra supuesta manera de pensar y de vivir nuestra vida, muchas veces no es nuestra! ...es una idea o programa de la abuela, o de la madre o del bisabuelo. Hay dentro de nosotros un montón pensamientos e ideas que se convierten en creencias bien arraigadas. En realidad son programas que hemos heredado y que, por fortuna, pueden ser modificados o eliminados con ayuda de ciertas herramientas como la hipnosis regresiva, las constelaciones familiares o la reprogramación neurolingüística entre otras.

También encontramos cada vez más científicos e investigadores como Jean-Pierre Garnier Malet, Gegg Braden o Bruce Lipton que nos hablan de la naturaleza científica de los pensamientos y reconocen que son energías vivas que "flotan" y viajan en el espacio "vacío" (¡está todo, menos vacío!) llamado "éter". El éter es lo que nos conecta con todo lo existente y nos permite la transmisión de todo tipo de energías en el universo a través de la red que Gregg Braden denomina la “Matriz divina”. Y los pensamientos son energías.

Así que, desde esta perspectiva, los seres humanos somos como ordenadores a los que se nos pueden transferir archivos o programas ajenos. Y también somos como antenas porque creamos o emitimos pensamientos y emociones y los percibimos de vuelta.

"Hacia la Fuente" | 81 x 60 cm | Acrílico sobre lienzo

Por eso me parece tan importante la "higiene mental". Nuestros pensamientos pueden contaminar el ambiente de nuestro hogar o lugar de trabajo y pueden afectar a quienes nos rodean ya que se "pegan" por ley de magnetismo y flotan en el ambiente de manera invisible pero abundante, como las ondas de radio o telefonía que no podemos ver, pero eso no significa que no están ahí, por todos lados. Son como abejas atraídas al campo florido de nuestro ambiente mental-emocional.

¿Cómo saber qué tipo de ambiente mental hay en nosotros?

Basta con observar cómo nos sentimos. Nuestras emociones son el indicador del tipo de pensamientos que generamos, atraemos y permitimos. Así que si nos sentimos irritados, enfadados, intranquilos, temerosos, tristes, es señal de que estamos generando y alojando energías de baja frecuencia o negativas. Y si nos sentimos serenos, alegres y llenos de energía es que estamos sintonizados con pensamientos de alta frecuencia o positivos, buenos para nosotros y para los demás. Somos como imanes, siempre atrayendo "más de lo mismo", más de esa energía con la que vibramos. Así que, si somos personas consideradas y respetuosas, hemos de darnos cuenta de que dependiendo de nuestra vibración y forma de pensar y sentir estaremos “perfumando” o contaminando el ambiente colectivo, no solo a nivel local, sino planetario.

Lo más importante es no identificarnos con ellos

Nosotros NO somos nuestros pensamientos. Tampoco somos nuestras emociones. Elevarnos a una perspectiva más elevada y contemplarlos desde arriba, como quien mira desde un avión el tráfico de una avenida nos coloca en el lugar del observador. Anclados en el observador podemos encontrar la serenidad que nos permite dejarlos ir y venir y también adquirir el dominio y el poder para recrear un ambiente mental/emocional armonioso, equilibrado y sereno.

Laura camacho, Coach Transpersonal


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